Los autónomos son los grandes damnificados del sistema español. Se trata de una auténtica injusticia y, en todo caso, un sinsentido: su influencia en la economía nacional es decisiva. Pero, ¿sabes por qué?
El pecado de ser autónomo
Ser autónomo tiene mucho de vocacional, se lleva dentro. Y es verdad que tiene sus ventajas de ser autónomo: ser tu propio jefe y decidir en todo momento cómo hacer las cosas. No aportar un capital inicial ni abonar un coste de constitución como en las sociedades. Tener cubierta la asistencia sanitaria como un trabajador asalariado y poder trabajar a la vez con diferentes clientes, es decir, aumentar tu versatilidad.
Pero los autónomos perjudicados por el sistema son prácticamente todos. Parece mentira que esto sea así, porque junto a las microempresas suponen el 90 % de la actividad empresarial en España. De hecho, dan empleo a más de diez millones y medio de personas y su incidencia en el PIB está próxima al 50 %.
Con estos datos, ¿a que te parecería lógico que tuvieran grandes facilidades para desempeñar su rol y seguir contribuyendo a ese incremento continuado de la economía nacional? Nada más lejos de la realidad: el sistema siempre los emplea como punching ball en materia de recortes, excepciones, desatenciones y desigualdades.
Tanto es así que, cada vez más, ejercer de autónomo se convierte en una auténtica carrera de obstáculos en la que la administración parece afanarse por complicarlo todo al máximo. En España tenemos más de tres millones de ellos, cuya labor impulsa decididamente la economía y la generación de riqueza.
¿Por qué hablamos de autónomos olvidados por el sistema?
Los autónomos tienen, prácticamente, las mismas obligaciones que las empresas y que los trabajadores, pero muchísimos menos apoyos y prestaciones. Son inagotables los ejemplos que puedes encontrar de esta manifiesta desigualdad.
Sin derecho a paro
Hasta hace unos pocos años ni siquiera tenían derecho a una prestación por desempleo al acabar su desempeño. De hecho, hoy en día todavía lo tienen enormemente complicado para recibir esa prestación, a pesar de que cotizan, y mucho, mientras ejercen su trabajo.
En puridad, no reciben una prestación por desempleo, sino de una ayuda económica por cese de actividad. Para poder beneficiarse de ella, deben:
- Haberse afiliado y causado alta en el Régimen Especial de Trabajadores Autónomos.
- Haber cotizado al menos 12 meses como autónomo en este concepto.
- Estar al día con el abono de la cuota de autónomo.
- No haber perdido la licencia profesional o haber cometido una infracción penal.
- Demostrar y justificar que el cese ha sido por motivos ajenos a su voluntad.
Un cero en formación
Otra inexplicable injusticia es que todo autónomo se ve obligado a pagar una partida periódica para formación y, sin embargo, ninguno tiene la oportunidad de recibir formación subvencionada. En este aspecto, son autónomos olvidados por el sistema.
Otras desventajas de la condición de autónomo
No terminan aquí las desventuras de estos profesionales. Vamos a seguir desmenuzando otras desigualdades e inconveniencias que deberían desaparecer para favorecer su viabilidad:
- No existe un salario fijo mensual, sus ingresos dependen de la facturación mensual. Sin embargo, su cuota de autónomo se mantiene invariable ocurra lo que ocurra.
- Estos profesionales no pueden pedir la baja, salvo por una incapacidad temporal. Ello genera dos efectos evidentes: muchos se ven obligados a pagarse un seguro de baja laboral y, prácticamente todos, “tienen prohibido“ enfermar. Así que acuden a trabajar en cualquier estado, pase lo que pase.
- La responsabilidad es ilimitada. Incluso las deudas contraídas pasarán factura a la economía personal del autónomo.
- La carga fiscal es superior a la de las sociedades en muchos niveles de facturación, pues pagan por módulos.
- Las desgravaciones también se ven perjudicadas en muchos casos, por ejemplo cuando tienes el despacho situado en tu propio domicilio. Así, mientras que una empresa puede desgravarse el 100 % de la reparación de un automóvil de su flota de vehículos, un autónomo solo podrá hacerlo al 50 %.
- El acceso a créditos, incluso a los ICO, suele ser más complicado que para las sociedades. Los avales personales se convierten en una garantía imprescindible que incrementa la presión asumida por estos profesionales.
- La morosidad es una amenaza constante para su viabilidad económica. Lo más grave es que no solo las empresas tardan en pagarles, también las administraciones públicas. Paradójicamente, los autónomos deben adelantar el importe del IVA de esas facturas pendientes de cobra y cualquier débito con las instituciones, incluso con aquellas que mantienen deudas superiores con ellos.
- La burocracia es otro lastre permanente que padecen a la hora de acceder a ayudas, licitaciones públicas y subvenciones.
Los autónomos olvidados están por el sistema de un modo arbitrario y completamente injusto. Ellos son los principales impulsores de la economía española y, sin embargo, se enfrentan a las mayores dificultades, complicaciones y exigencias.
Por ello, los autónomos actuales son verdaderos héroes a los que todos deberíamos tributar nuestro respeto y agradecimiento. Y los legisladores y políticos, apoyar con medidas comprensivas y estimulantes para su labor.